Los [personajes] que nunca se han tomado un vino*
por Fabián Ponce (amante y divulgador del folklore argentino)
Existen pequeñas historias que quedan plasmadas tan vividamente en la memoria de quienes las vivieron que merecen ser contadas.
En este caso la historia fue narrada por Federico Córdoba y hecha gato por Oscar Arturo "Cacho" Valles Mazzanti bajo el nombre "Los que nunca se han tomado un vino" y fue parte del repertorio del grupo "Las Voces de Orán" en los albumes "El gemir de los violines" y "25 años", es de esas canciones que les son obligadas a cantar por el público de los festivales, y decir obligadas a cantar es exagerar ya que este trío no la canta, la saborea como si de un buen trago de vino se tratara.
Si bien el gato inicia como una canción nostálgica en cada una de sus dos partes ese sentimiento de añoranza merece y debe ser tratado en otro análisis.
Es la historia de un grupo de amigos, hermanados por la amistad, la música, la coca y el bica, el asado y en este menú variado no podía faltar el vino. Noches de fiestas interminables que alegraban a los presentes pero, de seguro, molestaban a los vecinos que no erán invitados y hacían enojar a las esposas que esperaban por sus muchachos en casa.
Aparece mencionado el "Cara'i mula", excelente bandoneonista él, nacido en Metán (Salta) y bautizado bajo el nombre de Hugo Cuellar. Acompañado por otro fuellero de ley el tucumano Manuelito o Manuel Cruz que a la postre resultaba el hombre más sufrido del tema cuando "La Espinuda" Rosa Reartes, su compañera de vida le sacudía un sopapo en la nuca. A esos dos bandoneones le hacía falta el palpitar del bombo de "El Pambola" Juan Alvarado. La gracia la aportaba el transformista formoseño "Lobo" Peña nacido en Puerto Pirané (Formosa), machado el hombre dejaba de ser tal para convertirse en un aullador lobizón que no dejaba vaso en pie para luego romper en un llanto e irse a su bello Pichanal.
El Lucas Toledo, otro metanense y cantor de tango, cantaba obligado por la tecnología de la época los tangos de 6 temas en 6 temas, ya que el disco Long Play debía ser dado vuelta. Lucas es padre de Pascual Toledo bombisto de "El Chaqueño Palavecino". De profesión ajena a este conjunto de músicos y cantores se sumaba el tachero Roberto "Perro" Peralta que abandonaba su auto para salir a farrear con sus amigos y ser él el pasajero de la alegría.
El más picaro de todos era el "Pajarito" Francisco Rómulo Córdoba que había descubierto que "pelando" su violín y haciéndolo gemir como solo el monte chaqueño enseña se hacía acreedor a una invitación de un vaso de vino. Y quién dijo Pajarito ya no está entre nosotros, si nos dejó como legado su hijo y nietos cantores, es por eso que corre por ellos no tan sólo la misma sangre sino esa misma herencia de cantor, la de andar serenateando.
Esta es la historia de unos gauchos que no gestaron la independencia, que no tienen una calle a su nombre, no poseen un busto de bronce, pero que quedaron inmortalizados en una canción producto de noches interminables de jolgorio, los mismos personajes que se conocían en demasía y habrán escuchados hasta el hartazgo los mismos cuentos, bromas, anécdotas y canciones.
Un grupo unido que además de hacer música con sus instrumentos, con sus manos, hicieron croar en un sonido metálico el sapo y alguna que otra vieja. Manos que ponían en el cielo un fugáz vuelo de taba que terminaba ocicando el suelo. Manos que orejearon mentiras de un mazo de carta y con caras complices preñadas de coca y versos se cantaban bien fuerte un truco.
Esta es la historía de un grupo de amigos que saborearon las guitarras, acariciaron el vino y degustaron el bombo.
La pucha no haber vivido ese tiempo para tomarme, junto a ellos, un trago de vino.
*Entrevista a Federico Cordoba
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